sábado, 6 de marzo de 2010

Morteros medicinales, una síntesis entre ciencia y estética

[Un lugar recomendado del Prof Fabio Alberto González desde Bogotá]
125 piezas de la colección privada del farmacéutico argentino Leiba Guelbert

Morteros medicinales, una síntesis entre ciencia y  estética
Leiba Guelbert, junto a su pieza preferida: un
mortero en madera fosilizada, de unos 200 años

Foto: Sergio Ramírez Rus

"Y ésta es la joya de la abuela... Mi preferido: un mortero de madera casi fosilizada. Es que tiene al menos 200 años: un familiar lo encontró en el campo de su abuelo, en La Rioja, cubierto de tierra y abandonado... Lo usaban los aborígenes para pisar el maíz, su principal alimento."

Pese a su voz suave, su cadencioso acento provinciano y su forma modesta de decir las cosas, el farmacéutico Leiba Guelbert no disimula su entusiasmo. Es el factótum de la exposición El mortero del farmacéutico, 5 siglos, 5 continentes , que hasta el 2 de junio se exhibe en el Museo Nacional de Arte Decorativo (Avda. del Libertador 1902, todos los días, de 14 a 19, entrada a $ 2) y es la primera muestra de morteros de farmacia de América latina.

Guelbert, nacido en Moisés Ville (Santa Fe) y criado en Tucumán, expone 125 de los 220 morteros que integran su colección personal, que fue formando a lo largo de viajes por el mundo (Porto Alegre, Los Angeles, Singapur, Canarias, Madrid, Roma, Berlín, Ucrania, Florencia, Jerusalén, Hong Kong, Nueva York) y gracias a la colaboración de sus hijos, familiares y amigos, que bien saben qué regalo traerle cuando visitan algún lugar.

Guelbert cumplió ayer 74 años y vive en Buenos Aires desde hace 40. Primero tuvo farmacia en Belgrano y en el Centro. En 1970 enfiló rumbo al Oeste y desde entonces dirige su establecimiento en Haedo.

Entre la ciencia y el arte

"Lo de los morteros empezó como hobby, en 1957, y después se fue transformando en una pasión -dice el farmacéutico-. Si bien tienen usos distintos, como doméstico o agrícola (por ejemplo, para procesar alimentos) o ceremonial (aún hoy lo emplean tribus en Africa), en la farmacia el mortero es sinónimo de fórmula magistral: las preparaciones que realiza el propio farmacéutico, que toma los ingredientes de acuerdo con la receta y la prepara según uso, costumbre o saber. Por eso, antes se ponía la sigla SPC, que quiere decir "según su propio conocimiento..."

Junto con la muestra de las piezas de Guelbert, auspiciada por la Confederación Farmacéutica Argentina, se exponen morteros de la colección Errázuriz Alvear y de la donación de Juan Carlos Rodríguez Pividal, pertenecientes al patrimonio del museo, nunca antes exhibidos.

Guelbert explica que aún se realizan algunas preparaciones magistrales en la farmacia ("pomadas o hierbas", ejemplifica), pero afirma que en la facultad los estudiantes no destinan tanta energía como en sus años de formación a las técnicas farmacéuticas, que permitían -entre otras cosas- preparar medicamentos para hospitales. "Esto ahorra costos -dice-, pero ahora no se hace."

El coleccionista dice también que el mortero resume algo de esa síntesis entre ciencia y arte que hay en la farmacia. La muestra, que recorre los últimos cinco siglos y no olvida continentes (hay piezas de Europa, las tres Américas, Australia, Oriente y Africa), exhibe morteros de distintos materiales, más o menos duros -piedra, madera, porcelana, mármol, metal, vidrio-, que varían según la mágica alquimia que se pretenda lograr del rítmico machacar y la mezcla entre la sustancia, el mortero y el pilón.

Gabriela Navarra

Antiguas recetas

En el Papiro de Ebers, considerado un tratado de medicina, ginecología e higiene del Antiguo Egipto (1550 años antes del presente), hay recetas para combatir distintas enfermedades:

Dolor de cabeza: tómense partes iguales de bayas de culantro, adormidera, planta Sames, enebro y miel. Mézclense los ingredientes y fórmese una pasta, untando con ella a la persona afligida. Se repondrá al instante.

Indigestión: machacar un diente de cerdo y mezclarlo en la masa de unos pastelillos de dulce. Cómanse durante cuatro días.

El Manual de Mugeres, en el qual se contienen muchas y diversas receutas muy buenas (español, siglo XVI), también contiene propuestas dignas de leer:

Polvos para los ojos: una onza de atutía preparada y molida y cernida; una drama de hienda de lagarto, azúcar piedra una onza, así molida y cernida, mezclarlo todo en un almirez (mortero) mucho. Hanse de echar estos polvos en los ojos dos veces al día.

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